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jueves, 18 de octubre de 2012

Susúrrale al telefonillo

Rutina diaria disfrazada con puntuales orgías de nuevas sensaciones, pero rutina al fin y al cabo. Olvídate, quita las manos ajenas de delante de tus ojos, te impiden ver el camino empedrado que te queda por andar. Saltar al vacío visualizando la ostia que te vas a meter es una sensación única. A todo nos gusta el fuego y si te paras a pensar tampoco crees en Dios. Un día me iré, cambiaré de edad y nombre, no me encontrarás jamás. No tiene sentido. Hace rato que nada lo tiene. Grita a través del humo del cigarro. No le busques los pespuntes, sé que lo estás haciendo. Las putas se maquillan por eso he empezado a pellizcarme para que me salgan los colores. Mira la nebulosa que tengo por pupilas y me desnudaré ante una hambrienta manada de lobos. Quiero más, los cinco sentidos se me quedan cortos. La perfección existe, entró por mi ventana y la ignoré. Va y viene, viene y va. . Destino le llaman algunos o mala suerte quizá. El estribillo de la historia se repite cada noche bajo la circunferencia discontinua del aullido de mi desesperación. Recuerdos disfrazados de espejismos que provocan el caos en milésimas de segundos cronometrados por la pulsación de tu impotencia. Dependencia abusolutista evolucionada en cadenas de hierro difíciles de cortar. Versos escritos por plumas milenarias que abrirán nuevos corazones para luego acabar destruyéndolos. ¿Por qué estás leyendo esto? Cenizas que ni el viento consigue desplazar, hay una fuerza superior a todas las demás. Vivo entre trozos de cristal pero no sangraré cuando todos tengamos que andar descalzos. Tantas lágrimas como kilómetros, ahora compro solo billete de vuelta. Colecciono errores alrededor de mi cama, las lecciones prefiero enmarcarlas. Se me han acabado las balas le robaré alguna flecha a cupido. No hay sitio para los dos.
Llévame a la hoguera, ahórrate devolverme la cordura.

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