Pero eso no importa. No importa el que la notas se escapen levemente desafinadas, ni que el polvo haya desgastado la superficie del ébano, erosionando los compases; ni siquiera que los sonidos sean imperfectos y con falta de pulido. Lo único que importa es que a vuelto a posar sus muslos sobre el taburete, quejumbroso bajo su peso, ha colocado los dedos contra las teclas y ha vuelto a tocar.
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